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Letras desde la arena «Cuando educa la tribu entera»

Letras desde la arena «Cuando educa la tribu entera»

En nuestra cultura popular tenemos un refranero repleto de sentencias sabias. Pero también existen esas afirmaciones redondas y experimentadas en otras culturas. En el ámbito de la educación, gracias a la influencia del profesor Marina, se ha hecho visible aquella frase que reza que “para educar un niño hace falta la tribu entera”. La educación de cada niño es el resultado de la combinación de instancias educadoras entre las que destacan familia y escuela, sin ser las únicas.

En estos últimos meses de confinamiento y de paralización de la docencia presencial, ha sido noticia recurrente la realización de las tareas docentes por medios digitales u otros alternativos. Los dormitorios, salad de estar y cocinas de cada casa se han convertido en una extensión de la escuela, en una prolongación del aula. Ha tocado a las familias ejercer más directamente de colaboradores de los docentes y viceversa.

Quizás por accidente indeseado se ha puesto de manifiesto lo que es aceptado por la mayoría: que la educación de un niño o una niña se hace verdaderamente posible en todo su alcance si existe una estrecha vinculación entre familias y docentes, entre familia y escuela. Ese vínculo que siempre ha estado presupuesto se ha hecho notablemente visible durante estos meses pasados. Y nos marca un camino a la vista de cómo puede evolucionar la educación.

Por contraste, llama la atención que los estudios más recientes sobre participación de las familias en la escuela muestran un cierto abismo entre ambas realidades. Es cierto que la conexión de docentes y familias no se reduce a una participación organizada mediante asociaciones y actividades formales. Existen otros modos de vinculación. Pero también es verdad que crear una cultura de la relación constructiva entre familias y escuelas, requiere de cauces y mecanismos participativos.

El reciente estudio de la Fundación BBVA y La Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (2017) diagnosticaba que una de cada dos AMPAS (asociaciones de madres y padres) estaba gestionada por menos de diez padres, y de ellos 8 eran mujeres. Este dato viene a coincidir con una encuesta reciente de esta Fundación en el que arrojaba un resultado similar al determinar que el 80% de las personas implicadas en la gestión de las AMPAS eran mujeres. Por tanto, se presenta un problema de participación y otro de corresponsabilidad en la tarea educativa.

También el informe PISA (2018) muestra similares resultados al visualizar que un 20% de familias se implican en la participación escolar por medio de organizaciones como las AMPAS.

Una barrera que se presenta como insalvable es una cierta incompatibilidad entre los horarios laborales y los horarios escolares, a efectos de lograr una colaboración estrecha. Quizás en el terreno de la conciliación sea donde se presentan los mayores desafíos.